La
Biblioteca Puneña
Por Henry Esteba
En 1997 yo asistía voluntariamente a
las clases de Literatura y Gramática y algo de Filosofía de la UNA-P, la
Universidad tenía fama de tener profesores de estatura como Feliciano Padilla,
Juan Luis Cáceres, Jorge Flórez y Sonia Benavente. Mi afición por la literatura
me llevó a esas aulas, yo coleccionaba libros de literatura y otros documentos
vinculados a Puno. Llegué a hacer varios amigos, con los años, sus maestros
también me brindaron su amistad, en diversas actividades culturales me vinculé
con la bohemia de los estudiantes de la especialidad de Lengua y Literatura,
que por cierto no fueron muchas; no creo que se hayan formado muchos alumnos
sobresalientes cuyos nombres se recuerden, a decir verdad muy pocos, hoy sus
nombres no llegarían a ocupar dos líneas y sobre sus profesores tampoco quedan
muchos, con los años también se han ido cayendo poco a poco, ya por su
inconstancia, por su pedestal inmerecido y otras actitudes que la vanidad ha
procurado para con ellos.
Con un grupo entre quienes se encontraban
José Luis Velásquez Garambel, William Samuel Ayma Flores, Alex Dennis Mamani
Laurente y quien escribe, durante varios años rendimos culto a Gamaliel
Churata, organizábamos la visita a su tumba; así como: conferencias, recitales,
hasta que alguna vez el grupo se incrementó tanto que sobrepasó en número lo
que habíamos previsto; Churata era nuestra bandera, nuestras actividades
giraban en torno a los Orkopata, luego el grupo tuvo que dividirse. Mientras
dejé que digitalizaran el Teatro de Inocencio Mamani, viajé a la Argentina por
motivos familiares, luego laborales; hasta que a mi vuelta por Bolivia, nuestra
ciudad y luego a Lima, por cuasi las mismas peripecias. La vida no es fácil
para nadie, el mérito quizá se halle en el rostro que cada quien le imprime a
las adversidades.
En 1992 había conocido a Edy Oliver
Sayritupac y la amistad de Walter Paz; así como el poemario en mimeógrafo de
Samuel Bravo y el rojizo Desatando Penas de Simón Rodríguez Cruz y luego vino
la cercanía con los poetas de fines de siglo que tuvo su lazo con Luis Pacho,
Víctor Villegas, Rafael Vallenas y otros. “Puno se ha convertido en el
epicentro cultural más importante del Perú, en la cumbre literaria y cultural”
como dice Ricardo Gonzáles Vigil, se han fortalecido también los vínculos con
Omar Aramayo, José Luis Ayala, Hernán Cornejo-Rosselló; cada quien tiene su
propio temperamento y al final las diferencias no cuentan, solo importa el amor
a Puno, todo por Puno y la labor y el trabajo que ellos desarrollan engrandecen
a Puno, ese es el aprendizaje que nos legan.
He sido testigo y parte del impulso,
del trabajo que se ha emprendido para poder publicar “la Biblioteca Puneña”,
durante varias horas, durante varios años cada quien armó su posible relación
de autores y de obras que serían imprescindibles para los puneños (y también de
los libros que todo puneño no debe leer), sé de los esfuerzos conjuntos de José
Luis Velásquez y Omar Aramayo por crear un fondo editorial, ya con el
Ministerio de Educación, con el Gobierno Regional, el Municipio de Puno, todos
sus esfuerzos calaron en fracasos. No harán dos años que nos reunimos con José
Luis y amalgamamos un nuevo proyecto, con las bases de los anteriores, pulimos
los alcances y lo presentamos a la Oficina de Proyección Social de la UNA-P,
nos recibió Sofía Benavente Fernández (entonces jefa de esa dependencia), lo
derivó a Rectorado.
Poco antes José Luis ocupó un cargo
político en la Municipalidad de Puno, no pudo con la mentalidad gris y vacía de
las autoridades, con la corrupción del entorno y tuvo que salir; el ambiente no
era propicio para un proyecto de esta naturaleza, a nadie en ese recinto le
importa Puno, la cultura no existe y no es prioridad para esta gestión. A pesar
que peleó por un presupuesto para “los famosos munilibros” junto a José
Calisaya Mamani, el esfuerzo no prosperó, José Luis renunció al cargo con una
carta decorosa para él, nunca le han gustado las medias tintas y menos se
habría coludido con la corrupción, hubo quien se aprovechó del proyecto y lo
hizo ejecutar, el presupuesto se echó a perder, solo sacaron “mini libros” en
todo el sentido, se hicieron remedos; el futuro juzgará sobre los gastos y el
enorme presupuesto que los responsables tenían a cargo.
Jorge Florez-Áybar tenía un proyecto
que consistía en publicar un “libro jubilar” dedicado a la Universidad, convocó
a varios escritores para que escribieran artículos para el citado texto, era un
proyecto pequeño, cuando hablamos con él sobre la edición de una biblioteca
entera dijo que era sobrehumano, que no se podía hacer, que era imposible; pero
ahí están los libros y Jorge Flórez brindó el respaldo, ganó el proyecto de la
Biblioteca Puneña, Florez-Áybar no podía creerlo, más cuando José Luis explicó
y expuso los fines de una publicación de tal envergadura ante el Dr. Lucio
Ávila (Rector de la UNA-P) quien lo propuso ante el Consejo Universitario y se
compró el pleito, el Rector peleó contra pequeños tirios y miniaturas de
troyanos para impulsar este proyecto que hoy se ha hecho real, él se ha
convertido en la cabeza de este esfuerzo, sin su decisión y su permanente apoyo
no se habría materializado y seguiría siendo un proyecto.
Pero qué se puede esperar de un
hombre que ama Puno, que piensa y respira Puno, ahí están los concursos de
estudiantinas en los que participan cada facultad (con sus maestros, alumnos y
administrativos), el concurso de Sikuris, los reconocimientos a los
intelectuales e investigadores de la región, de alguien que ha impuesto una
cultura de la identidad a fuerza de carácter y temperamento en la Universidad.
Que con una visión moderna ha reconstruido y construido la infraestructura del
campus; pero no todo es rosa ni clavel, si pudiera él hacer que los maestros
universitarios vayan acorde con su ritmo el asunto sería formidable; la cosa no
es tanto así, los profesores aún no están contagiados de este espíritu superior
de “generar cultura y cambio”, no soñemos tanto, no todo es perfecto, estos
esfuerzos sí son sobrehumanos y nosotros apenas viviremos tan pocos años y
quizá no veamos tales cambios que habrían hecho de Caín un angelito y ni qué
decir del ámbito administrativo que se ha convertido en el Caifás de la
historia (con claras excepciones).
Es verdad, hay que juzgar a José Luis
Velásquez y hay que condenarlo por haber elegido a las personas con las que se
trabajó “la Biblioteca Puneña”, equipo que según Omar Aramayo “cualquier
universidad quisiera contar para acreditarse”, todos egresados de la UNA-P,
incluso yo, que provengo de las canteras del Pedagógico Público de Puno y que
estudié una maestría en la UNA-P. (y lo digo sin modestia), un equipo
conformado por Moisés Bustincio Cahui (editor gráfico y motor de la
responsabilidad en el equipo, a quien se le tuvo que interrumpir sus vacaciones
hasta el día de hoy, porque como él no existe otro editor gráfico en toda la
Universidad), Yemira Maguiña Cutipa (digitalizadora y correctora), Armando
Villanueva Turpo (digitalizador), Yessenia Ancco Almonte (digitalizadora),
Julia Chávez (apoyo), Luis Rodríguez Limachi (apoyo), Henry Velásquez (apoyo), Danitza
Churata (apoyo), Walter Díaz Montenegro (digitalizador y corrector) y Juan
Condori Chambi (apoyo) y quien escribe estas líneas como digitalizador y
corrector (alguna vez como jefe del equipo de digitalización, que fui
defenestrado por Jorge Flórez, seguramente por un desaire) y claro con José
Luis Velásquez Garambel como editor y coordinador general (quien además cargó
con el estrés y sufrió los embates de este peso, no son pocos los dos pre
infartos y la parálisis de medio cuerpo que sufrió en la ruta; pero “mala yerba
no muere”, así que tiene para rato, para disgusto de muchos que ya lo quisieran
ver seis metros bajo tierra), Jorge Flórez-Áybar como presidente de comisión
(más terco que nunca) y ahí está la Biblioteca Puneña.
Las críticas pueden ser varias; pero
nunca se pondrá en tela de juicio nuestro esfuerzo, que tuvimos que batallar
contra las inclemencias de la administración que nos impuso limitaciones y que
ya casi al final recién se nos facilitaron los equipos necesarios (como
computadoras y escanners y que el mismo Rector nos prestó el suyo para que
podamos cumplir con los objetivos), tampoco la dedicación y las horas
empeñadas, ni los escasos recursos que tuvimos, menos la delicadeza ni el rigor
con que trabajamos, tampoco la honradez ni la ética con que cumplimos al tratar
el trabajo de estos autores a quienes Puno les debe su grandeza.
Creo que las expectativas han sido
cumplidas (el futuro nos juzgará por esto), se han recuperado textos muy
valiosos como: el diccionario de Ludovico Bertonio, La visita hecha a la
provincia de Chucuito de Garci Diez de San Miguel, el Pez de Oro (en facsímil),
narradores del Orkopata, poesía de vanguardia, la Monografía del departamento
de Puno, Puno Histórico. 50 libros resultan innumerables, y son la primera
tanda de esta Biblioteca. Ojalá estos libros hallen a sus lectores, sean
asequibles al público común, a lectores impenitentes ávidos de cambio y
responsabilidad social.
Quien no lea estos libros se habrá privado del legado de los hombres que
hicieron de este espacio una tierra de pensamiento y de luz, no podrá hablar de
Puno, no podrá considerarse puneño, porque en esta biblioteca se hallan las
fuentes de nuestra identidad y de nuestro orgullo y por qué no decirlo, también
el futuro.
Tomado del diario Los Andes (25/08/2013)
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