R A F A E L
Ha pasado un año
desde que Rafael Vallenas Gaona, nos dejó. Su partida aún nos duele a quienes
fuimos sus amigos, alumnos o compañeros de ruta. Pero, me
cuentan que en sus exequias (luego lo pude escuchar en las grabaciones de los
medios de comunicación), “alguien” o “álguienes” se comprometieron a editar sus
cuentos, su poesía o sus artículos jurídicos que están desperdigados en
revistas, internet, etc. Sin embargo, ha pasado algo más de un año, y nada. ¿La muerte es
siempre el olvido? ¿Esa promesa, fue un mero discurso para congraciarse con el
dolor de su familia y el momento? Bueno. Urge su publicación. Por ahí se anuncia que la UNA-
Puno (coordinado por José Luis Velásquez Garambel), editará su libro de relatos.
En hora buena. En su recuerdo, aquí va la nota que publiqué en el diario Los Andes el año pasado, así como uno
de sus cuentos que publicó en la revista Pez
de oro del año 2005.
Las huellas de Rafael Vallenas*
La primera imagen que tengo de ti,
es cuando eras estudiante de la
Unidad San Carlos, el alumno excelencia que fuiste aquellos
años de inicio de la década de los ochenta. Entonces yo formaba parte de esa
oleada de muchachitos que dejaban los pueblos del altiplano o el medio rural, para
procurarnos una “mejor educación” en la ciudad de Puno, al que muchos llegamos
por primera vez. Por aquel entonces, lo urbano y lo rural eran todavía dos
espacios bastante diferenciados. Fíjate, Puno mismo tenía sus fronteras y sus
distancias. Muchos años después, volví a verte en la Facultad de Derecho en la UNA de Puno, allá a finales de
los años noventa: tú eras mi docente y yo tu alumno. Pero esa aparente distancia,
pronto habría de disiparse.
Acostumbrados a la formalidad de
muchos de nuestros docentes, algunos de ellos magistrados, otros abogados de
familias tradicionales de Puno, la verdad es que aquella primera vez que nos
invitaste a tu casa luego de la presentación de la revista Consejero del lobo y el recital de poesía, fue descubrir un ser
humano sencillo que nos mostraba su pasión por la literatura. Aún parece que tengo
en el paladar el vinito caliente que nos serviste mientras charlamos de libros,
poesía, narrativa y no se qué temas más, hasta que las primeras luces del alba
nos fueron despidiendo uno a uno. El resto es historia. De modo natural se
fueron sucediendo las tertulias en la
Casa del Corregidor, el taller de literatura en la Facultad de Derecho, los recitales
de poesía y lectura de cuentos, tus artículos literarios en la revista Pez de
Oro, tus sueños por materializar una editorial cuando fuiste Decano. En fin, todas
las innovaciones que te planteaste y soñaste.
En realidad, creo que nunca te
hiciste problemas por tener amigos que fueran tus propios alumnos, lo que
tampoco era un problema a la hora de poner las notas del curso que dictabas,
porque a varios les esgrimiste el lapicero rojo, como tenía que ser. Mientras
bosquejo estas líneas desde un lugarcito de Juli donde trabajo como docente de
secundaria, repaso las veces que pasamos hablando de cine, rock, Derecho y
sobre todo literatura. Casi siempre literatura. La verdad es que quise elucubrar
un discurso grandilocuente, no miento si te digo que hasta preparé una hojita para
leerlo el día de tus exequias. No lo logré. Más pudo la nostalgia por la
partida de un amigo y docente, y ese papel escrito se pierde en la lejanía con
el vaivén del viento. Pero ahora que nos dejas, ¿qué queda de ti? Vitalidad Rafo,
el sentido del humor elegante, tu amistad, tus conocimientos y esa conocida irreverencia
para con el status quo establecido. Aquellos
años de la universidad, eras nuestra especie de héroe anónimo frente al
dogmatismo de muchos docentes de la Facultad. Ya a finales de los noventa, había
dos flancos visibles: de un lado estaban nuestros ilustres docentes que
representaban la enseñanza tradicional; y, por otro lado, una línea caracterizada
por la visión más contemporánea del Derecho y, por eso mismo, con un aire más
renovado en su concepción y enseñanza. De este último eras la cabeza, el
mentor, el rostro visible, indudablemente. Lo cierto es que te admirábamos,
porque para algunos de tus alumnos del turno de la tarde, eras generacionalmente
nuestro coetáneo. Nos deslumbraba la solvencia académica con debatías y
polemizabas con cualquier expositor o ponente de la universidad más pintada del
país, sea en Puno o en cualquier congreso de Derecho al que asistimos. Era
increíble la capacidad con que podías pasar del Derecho Constitucional o el
Derecho penal, o escribir cuentos, poesía e incluso hacer crítica literaria.
Sé que el Jr. Lima donde te veíamos,
las aulas de la Facultad
de Derecho o los pasillos fríos de la Corte Superior de Justicia, cobijarán tu
imagen. Dicen que el hombre que sabe más, es el más sencillo. Eso fuiste
Rafael. Tu figura vital y amical, vivirá entre nosotros. Esa sencillez y
sinceridad muy rara, especialmente entre los abogados que tienen el ego bastante
sublimado en la mayoría de los casos. ¿Fue la literatura que te hizo así? ¿Los
conocimientos que oteaste en tu prolífica biblioteca? ¿Los valores que te
infundieron desde el hogar? ¿Los efluvios tiernos y dulces de Doña Elsa, tu
madre? ¿Tal vez tu paso por las aulas escolares de la Unidad San Carlos o
María Auxiliadora? ¿La
Universidad Católica Santa María de Arequipa? ¿La docencia
universitaria? ¿Tu paso por la judicatura? ¿Tu pasión por la música clásica y
la radio? ¿O todo eso a la vez? Y es que en realidad, eras varios mundos a la
vez. Creo que ningún tema te fue extraño. ¿Derecho? ¿Ambiental? ¿Derechos
Humanos? ¿Constitucional? ¿Penal? ¿Literatura? ¿Poesía? ¿Narrativa? ¿O la
política misma, cuando te postulaste como Teniente Alcalde del movimiento
político que tenía la mejor propuesta técnica de desarrollo para el municipio
de Puno?. “Algún día fundaré el Partido Verde del Altiplano...” dice la primera
línea de tu cuento El cura verde publicado
en la Antología
de poesía y cuento puneño de Fin de siglo de la revista Pez de Oro del año 2005. Esos cuentos de temática ambiental y
ecológica, en realidad emparentaba perfectamente con tus ideales, con todos tus
anhelos, tus sueños y tu pelea desde la intelectualidad por la preservación, la
defensa y conservación del medio ambiente. Artículos jurídicos y cuentos
formaban parte de una cruzada ¿personal? Un socialista verde, como decías. Desde
luego, ese espacio, es también un foro; pues, en este Puno de historia, tradición
y leyenda, pervive la creencia de que sólo las calles son la trinchera de lucha
por la defensa de algún derecho. Contigo y con otros muchos, entendimos que incluso
la literatura es un medio, sin que lo uno esté reñido con lo otro.
La última vez que te vi, fue en uno
de los días del paro aymara último, precisamente en los pasillos de la ciudad
Universitaria. Yo iba con nuestro común amigo José Luís Velásquez por una diligencia
de trabajo, y tratamos de hablar nuevamente de literatura, los últimos
proyectos, de los libros que deben guardar tus horas de insomnio, tus sueños
encontrados y olvidados y muchos latentes aún. Hablar nuevamente de tu pasión
por la música clásica combinada con temas de cultura, y tal vez recordar el programa
radial que dirigías en Megaestéreo. Pero, aquella tarde, luego que nos
presentaste a esa mujer hermosa que te acompañaba, te perdiste en los pasillos
fríos de aquel pabellón donde están varias oficinas administrativas de la
universidad. Pero esa es otra historia. Lo cierto es que contigo se va un
narrador de la generación del noventa. Se va un amigo, un activista cultural,
un ser humano preocupado hasta la médula por la ecología y el medio ambiente. Yo,
al menos, no conozco a alguien en Puno que sepa al dedillo el tema de la
legislación ambiental.
Ahora, en este viaje de Juli a Puno,
mientras discurren pampas, cerros y casas desperdigadas a lo largo del trayecto.
Luego de estos minutos recorridos en silencio, luego de tratar de quitarme el
sol de los ojos que ya es naranja detrás del Cancharani, viendo el lago que
luce contaminada en la bahía, pensando que realmente todo lo que mis ojos ven
pueden ser verdes; medito en la fragilidad del ser humano, en la vida que puede
irse en un abrir y cerrar de ojos. Y vuelvo a pensar en las tertulias, en tu
andar por el Jr. Lima de la ciudad o tu presencia en la Facultad de Derecho de la UNA de Puno. Como numerosas veces,
ahora mismo veo que entras al auditórium, miras al público y te vemos leyendo
tus poemas, contando tus cuentos o exponiendo una de tus tantas ponencias jurídicas.
Así te vimos y oímos, así seguirás siendo para nosotros: un hombre inventándose
día a día, a fuerza de emociones, conmociones y asombros. Una imagen que será
eterna en nuestra memoria, porque ciertamente fue un privilegio ser tu alumno y
amigo Rafael. Hasta pronto.
* Publicado en
el diario Los Andes de Puno (10/07/2011)
El cura verde
Por Rafael Vallenas
Algún día fundaré el Partido Verde del Altiplano...
Luego de lavarse la cara quería reconocerse en el espejo. Se observaba una
y otra vez, como alucinado. ¿Era el mismo sacerdote católico de siempre? ¿El
mismo de hace diez años? ¿El mismo de hace tres años? ¿El mismo de hace un día?
Era un hombre al servicio de Dios. Aunque Dios y sus misteriosos caminos; hasta
hoy, nunca le dieron la oportunidad de saber si era correcto lo que hacía...
1
Siempre fue un niño engreído.
Siempre se salía con la suya: El traje nuevo del niño, el colegio del niño, los
amigos del niño, todas las cosas del niño siempre eran elegidas antes que los
adultos supieran. Lo demás era un juego de muecas, malhumor, berrinches y
llantos conmovedores hasta conseguirlo. Todo parecía seguir un curso ordinario
de satisfacción de sus propios deseos hasta que estaba por llegar la hora de
San Marcos, diez minutos para las cuatro de la tarde y, por primera vez, no
consiguió que lo aprobarán en religión el ultimo año de secundaria.
Decidió reclamar su nota de nueve
sobre veinte a su profesor. Era mil novecientos noventa y su profesor era un
izquierdista ultraísta de la teología de la liberación con cuarenta años de
servicios, la mayoría como castigo por sus ideas. Fue reprendido por el
reverendísimo padre y mentor que ante sus reclamos. El Curita le explicó, a mal
querer y con prueba en mano, que el misterio de la Trinidad no estaba en la
memoria de los cristianos, ni en la repetición del Credo de Nicea. El niño aún
denuncia que el Credo de Nicea recusa costó mucha sangre de cristianos hace mil
quinientos años. Era obvio que fue reprobado por poner de memoria el credo y no
poder explicarlo. El gracioso profesor y sacerdote diocesano, le dio tres días
para que razonara con el corazón...y Miguel Gabriel lo hizo al quinto día, diez
minutos para las cuatro dela tarde.
El misterio de la trinidad estaba en
entender tres atributos o manifestaciones de un Dios que siempre era el mismo
(y por cierto, a este Dios no le gustaba la quietud). Su corazón se llenó de
alegría. Había comprendido el misterio pero, además, sintió una fuerza que
dentro de su pecho llamaba por hacer algo, algo que no podía explicar. Miguel
Gabriel no pidió un nuevo examen, fue más allá de sus propias expectativas.
Suplicó que lo admitieran en el Seminario de Juliaca. La historia aquí se parece
a la de muchos los curas: pasó las entrevistas, leyó quinientas veces el
Evangelio de San Marcos, entró en permanente oración, participó de innumerables
retiros y tuvo que reconocer que toda su vida tenía diversos mensajes divinos
en su aspiración interior y en su voluntad de dejar toda su majadería de niño
engreído, por fin, fue aceptado.
2
Miguel Gabriel recordaba que era un seminarista poco menos que extraño:
- Tenía una vida casi disciplinada donde se le
permitía orar de lunes a viernes Vísperas, Completas, Primas, Albas, Tercias.
El cansancio, a veces es mas fuerte que la voluntad, llegaba nonas y Miguel
Gabriel con los ojos rojos se desplomaba de sueño en la capilla.
-
Sus fines de semana con los Monjes Benedictinos de
Chucuito, cantando y degustando un latín pulcramente pronunciado, hacían que la
música sea una de sus formas de entender la perfección del universo y un don de
Dios. Repetía orgulloso “quien canta, ora dos veces”
- Sus días largos de estudio, siempre enmarcados por
su afición maniática a la Cristología, materia que vinculada a Dios como un ser
humano. Su filosofía era siempre de volver a unir a los hombres con Dios justo
y amante de la Creación.
¡Ay de la creación! Sus viajes de
Juliaca a Chucuito siempre fueron más dolorosos que Dante atravesando el
purgatorio y el infierno para Miguel Gabriel. Siempre pensó que si hubiese sido
un ángel hubiese perdido todas sus plumas de tristeza en los últimos diez años:
-
La fabrica de Cemento Sur en Caracoto cambió la
pampa verde en un desierto plomo y los niños carita de manzana pasaron a tener
caritas verdes de chirimoya,
-
Los cables a los costados de la carretera hicieron
de la vieja carretera una línea inaudible
-
Muchos de los trabajadores de carreteras que
siempre parchaban trozos de pista murieron de cáncer por tanta brea y
contaminantes
-
La ciudad de Puno tenía un lago verde que solo se
limpiaba para las campañas municipales, y,
-
Al final, Chucuito creció de tanto hormigón y
cemento que los hoteles de dos pisos pasaron a ser edificios de treinta pisos
con cada vez menos árboles.
Ni siquiera el demonio con toda su
crueldad habría imaginado acabar de esa forma con la creación de Dios.
3
Miguel Gabriel ofreció sus votos
hace cinco años, un día catorce de febrero. Su ceremonia fue sencilla porque no
podía entender como Dios y el Papa designó un Obispo Opus Dei en un país tan
pobre como el Perú. “¡Opus Diaboli en la senectud de Juan Pablo II!” comentó.
Miguel Gabriel dejó de ser un cura izquierdista creyente en la Teología
de la liberación para ser un cura ambientalista desde sus votos hasta el día de
hoy. Siempre quiso explicarse por qué Dios le ponía pruebas tan duras, y así se
inició como el párroco de la Rinconada en Ananea.
No duro mucho en Ananea, cincuenta
cooperativistas y dos empresas mineras lo denunciaron por ponerse en una huelga
por las condiciones de trabajo de los mineros. Lo mandaron donde hace más frío
en las Minas de San Rafael, y al pedir ayuda para los enfermos de cáncer a los
pulmones, también lo echaron de Quenamari, pasó a Patambuco y casi lo matan por
oponerse a la esclavitud. Entres estas y miles de historias, hubo de recibir
una paliza que hasta ahora lo tiene caminando como Ignacio de Loyola en París:
reservado pero nunca, nunca rendido a las imposiciones de los hombres, ganando
uno que otro compañero como adepto a su nueva forma de ver la fe y el profundo
sentido de la misión personal. Pero Miguel Gabriel no era Iñigo, tampoco podía
resistirse al prudente debido cuidado de lo que hace y dice, creía ciegamente en
sus deberes impuestos por un Dios que lo hacía ver como maltrataban la
creación.
Su tenacidad no fue bien vista por
la Iglesia conservadora y en manos del Opus Dei como tampoco encajaba en el
aggiornamiento de los curas izquierdistas más radicales de la Teología de la
liberación. Ese trajín terminó cuando la mayor amonestación del Obispo incluía
la obligación incuestionable de dar su voto de silencio por tres años para
poder asumir una parroquia.
4
Miguel Gabriel recordó el
aniversario de sus votos y también su tercer año de silencio. Gracias a Dios y
los Santos no tenía restricción de escribir. Así, durante meses y meses tuvo
una inconmensurable correspondencia y muchos amigos por Internet. Concluyó su
castigo y antes de pronunciar palabra alguna tenía que entrevistarse con el
nuevo Obispo a fin de dar cuenta de la fidelidad a sus votos. Esa mañana, luego
de lavarse la cara quería reconocerse en
el espejo. Se observaba una y otra vez, como alucinado. ¿Era el mismo sacerdote católico de siempre? ¿El
mismo de hace diez años? ¿El mismo de hace tres años? ¿El mismo de hace un día?
Era un hombre al servicio de Dios. Aunque Dios y sus misteriosos caminos; hasta
hoy, nunca le dieron la oportunidad de saber si era correcto lo que hacía...
5
Fue caminando por la Calle Lima,
subió por la calle Deza, frente de la Catedral se persignó, entró al Obispado,
esperó en silencio una hora, el Obispo sin palabra alguna le entregó el
documento por el cual asumía la Parroquia de Jallihuaya. No hubo explicaciones
y sólo presentó un informe por escrito con tres años de silencio y muchas obras
de bien para nombre de la Iglesia Madre. Miguel Gabriel se sintió feliz, porque
apenas recibió dicho documento le sacó una copia y lo adjunto a un grupo de
papeles y sonrió diciendo: “Gracias Dios mío por hacérmelas difíciles, otra
vez”
Mientras caminaba del Obispado al
Palacio de Justicia con un inesperado tropiezo en la gradería del frontis de la
catedral, se cayó una página de su fólder de documentos que decía:
“I. NOMBRE Y DOMICILIO DE LA ENTIDAD DEMANDADA:
Demando a la Municipalidad Provincial de Puno, con domicilio en Jr.
Deustua 458, Plaza de Armas representada por su Alcalde Provincial.
II. PETITORIO Y MONTO DEL PETITORIO:
Pido que se resuelva declarando fundada la demanda con el siguiente
contenido: Se disponga la reposición de las cosas al Estado anterior de la
violación de los derechos ambientales, en consecuencia, se ordene el cese de
actividades y desmantelamiento de la Planta de elaboración y concentración de
Asfalto a cargo de la Municipalidad Provincial demandada, en la salida a
Jallihuaya, en defensa del derecho de la colectividad a un ambiente sano y
ecológicamente equilibrado de los pobladores de la jurisdicción de la Parroquia
Jallihuaya. (...)”
Puno, febrero
del 2004.
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