Algunas notas
sobre Darwin E. Bedoya Bautista:
Ganador de la XV
bienal Copé internacional de poesía-2011
La literatura puneña
está de fiesta una vez más. El ganador de la XV Bienal de Poesía
“Premio Copé Internacional 2011” es el poeta Darwin
Eduardo Bedoya Bautista, nacido en Moquegua, pero asentado en Juliaca, Puno,
donde es parte de lo que ha venido a llamarse Poesía de los 90’ o de fin de
siglo.
Desde su llegada al
altiplano, cargando sueños y buscando una ¿esperanza?, han pasado raudos más de
20 años, y Puno le dio amigos, hijos, un trabajo esquivo y tal vez lo más
importante: un espacio fértil para la creación literaria. Esta tierra
ciertamente subyuga, descorre la imaginación. Sus contrastes geográficos, que
para el visitante puede ser agreste y difícil, es para el hombre andino un
aliado más, incluso para el arte. Aquí hasta la helada inspira poesía. Y,
ocasiones como ésta, es un pretexto para retroceder en el tiempo, a la
instantánea que te remite al amigo y compañero de ruta. Después de la ruptura
en la revista Consejero del lobo,
faltaba alguien que formara parte del equipo de la revista Pez de Oro. La ocasión fue aquel memorable recital de los poetas de
los 90’ llevado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del
Altiplano. Al final del evento, unas palabras y una nota de la dirección nos
pusieron rumbo a la ciudad de Juliaca, creo que dos semanas después. Luego de
caminar por sus calles tortuosas y polvorientas, lo encontramos, detrás de un
mostrador de un tallercito de electrónica, donde se reparaban televisores,
radios y otros artefactos. Parece que en ese momento soldaba o cambiaba los
fusibles de una radio vieja, al lado de libros de poesía y revistas de
literatura. Luego del saludo y una gaseosa en la tiendecita a la vuelta de la
esquina, le mostramos la primera edición de la revista, y sin titubear tuvimos
en él, al compañero con quien podíamos caminar en esta patria común llamada
literatura. Los demás, es casi historia.
Las incursiones
literarias en revistas como Consejero del lobo, Pez de oro, La Rama torcida, El
Katari, etc., nos ha mostrado a alguien que respiraba literatura hasta en las
conversas más triviales. Siempre literatura. Muchas veces denostado por
compañeros de la misma generación, o por alguna vaca sagrada de la literatura
puneña, su escritura siempre evidenció ese afán de universalización, ya sea
desde el cuento, ensayo, crítica o poesía. Darwin, tal vez como nadie, estaba
al tanto de los cauces de la literatura peruana, latinoamericana y mundial. Así
lo muestran sus artículos en distintos medios escritos y digitales y los libros
de su autoría.
Sin olvidar a los
finalistas y Copés de bronce, en poesía y cuento, este premio se suma al de
otros poetas puneños, como Alfredo Herrera por Montaña de Jade en 1995 y Boris Espezúa por Gamaliel y el oráculo del agua en el 2009. ¡Tres premios Copé de
oro de poesía para Puno¡. Ahora bien. El Copé es uno de los concursos
literarios más prestigiosos del país, y este premio no hace sino confirmar el
buen momento por el que atraviesa la poesía puneña. Puno, tierra de artistas y
poetas (cliché para nuestros políticos de turno), desde los hermanos Alejandro
y Arturo Peralta, Oquendo, Efraín Miranda, hasta converger en la hornada de poetas
contemporáneos. Esto que decimos, nos obliga hacer un apunte final: El Copé de
novela y poesía han sido ganados por dos provincianos. ¿Cómo se hubiera recibido la noticia si el ganador fuera de las
canteras de la Pontificia o las “élites” literarias de Lima? La verdad es que
se huele un silencio sospechoso en la “oficialidad literaria” del país,
básicamente limeña.
De: Letras del lago, abril de 2012.
Textos inéditos de El libro de las
sombras*
d a r w i n b e d
o y a
Los años que dure esta
oración te voy a poner por nombre Caballo. Yo mismo me llamaré Caballo.
Después, como tú, seré un equino oscuro galopando tras la escarcha de nuestra
sangre. Seré un potro meando sobre los prados polvorientos que hacen la
distancia de tu camino. Seré el orín, el agua que haga crecer el pasto nuevo
que tus patas han de pisar cuando vuelvas a tu casa de adobe, carrizo y
calaminas oxidadas: tu reino. Para entonces no será necesario decir una sola
palabra. Caballo, viento sentado. Algunos creerán que ya no estás entre los
vivos. Caballo que tascas viento muy cerca de este montón de huesos tuyos.
Aquel día, Caballo, viento sentado, habrá más silencio que hoy, habrá una
quietud como de piedras o de cerros y un orden absoluto, casi copiando la
imagen de tus dientes contentos cuando solías repetir la historia de nuestros
nombres: A este nuevo caballo le pondremos un nombre de morir. Poseerá el
nombre que un día tuvo nuestro reino. El mismo nombre que a su hijo le puso tu
abuelo: Caballo. Que nadie se olvide que tú vienes desde el humeante lomo
de un comienzo sin final. Y un día todos se acordarán de ti, porque el día que
la sed los agobie, sabrán que tu nombre siempre estuvo escrito en el agua.
: En ese alejamiento
interior me puse a tantear lo improbable. Sin pensarlo siquiera, comencé a
contemplar la distancia y logré saber del crecimiento innecesario de los pastos
y los territorios del hombre, mis palabras de barro excedían. Desnudo en la
sombra, recosté mis huesos sobre un cúmulo de chojas y hierba reventada;
enmudecí. Entonces pude oír de la boca desdentada de mi abuelo: Hubo un
tiempo en que nuestros muertos permanecían entre los vivos. Danzaban y bebían
su muerte como si nunca fueran a terminarse. Algunos hablaban y callaban
sentados sobre un trono de huesos. Ordenaban agua desde un reino de piedras y
ceniza. No estoy hablando aquí de la muerte o la inmortalidad; estoy hablando
de un animal que rebalsaba sentimientos. Un animal gris, solitario y
silencioso; llevaba una corona en la cabeza. Ese descomunal incendio, mi
padre, un caballo sin riendas saliendo del fuego. Un animal gris al que de
cualquier forma le sobrarán todas las edades juntas. Un rostro indefinido
mezclándose con los paisajes del lugar. Caballo inmóvil durmiendo en tanta
sombra, mi padre.
[Caligrafía de
huesos]
(SI RECUERDO TU
ROSTRO, ES SOLAMENTE POR LAS GANAS DE VER UN CIELO AZUL A CADA INSTANTE.)
[...] Este montón de
huesos brillando en la noche. Estos dedos de humo que van poblando tus sueños.
Estas palabras antiguas confundiéndose con la ceniza, estas piedras que van
rodando por tu camino; todo esto se ha vuelto una ruta de salamandras que
corren hacia un reino que ya se hizo polvo hace tiempo, demasiado tarde para
volver a soltar las aguas del río que nos daba de beber. Hablo de tus barbas de
casi ochocientos días sin cortar.
(QUE DUERMAN PARA
SIEMPRE LAS LIBÉLULAS QUE VOLABAN INCIERTAS EN EL FONDO DE SU CORAZÓN.)
El tiempo se desgasta
lentamente cuando recuerdo sus sienes blancas y su barba tupida. Su voz aún
mueve los arados y las cosas buenas de nuestro reino. Nadie sabrá cuántos
pájaros han muerto en el jardín. Tampoco podrán escuchar sus palabras
confundiéndose con el galopar de mil caballos desbocados. En esta tarde de
neblina y silencio negro, vuelan bandadas de lechuzas hacia las retamas, allí
guardo las sandalias ensangrentadas de mi padre. Lechuzas como un velo de
muerte, sus silencios no pueden volar solos, no pueden vivir solos. No morirán
solos. Mañana habrá una colección de nidos sombríos en el centro de sus
sandalias. Mi padre será el silencio para siempre. Nadie sabe los secretos que
él ha guardado en el armario de cedro. Nadie sabe lo que esconde en los
bolsillos del suéter gris que usaba en invierno. Nadie sabe por qué los
corredores principales del reino todavía huelen a incienso y mirra. Nadie sabe
de sus manos arrugadas y del polvo que raspa sus ojos.
Una tarde, en los
pasillos de nuestro reino, me encontrará de pie en este silencio. Mientras que
mis doncellas, recostadas en la tibieza de sus alcobas, con sus vulvas
aceitadas y vellosas, me dirán impacientes: ya es hora. Yo seguiré
tiñendo sus ojos con mi sangre. Raspados por la niebla, mis ojos se tornarán en
una constelación de ceniza que se irá desmembrando inevitablemente. Mi túnica
arde junto a las cabezas marmóreas de poetas antiguos. Mis doncellas se han
dedicado a limpiar con trapos viejísimos cada uno de mis sueños y de cuando en
cuando, hacen el amor con alguno de mis huesos. Creo escuchar gritos y
naufragios de barcas negras hundiéndose en mi cuerpo. Estoy condenado a ser la
raíz de todos aquellos que sufren sobre mis hombros, esa ceniza que es polvo
del polvo ante los ojos del mundo. No puedo ver nada. Vano es el intento de
atrapar la eternidad en mis manos. Vano intento en estas manos que amaban y
que, extrañamente, aún conservan el perfume del sexo y los pezones de una
reina. Creo que alguien contempla desde mí, en los balcones, cómo mi cráneo se
abre de modo imprevisto en uno de los muros de mi cuarto. El amor de mi reina y
mi fuerza quedarán como un talismán pendiendo en los labios de mi hijo. Yo
también parezco un hueso cargando una dentadura. Allí donde el crepúsculo se
marcha, otra vez asciende mi cuerpo oscurecido. Este negro impulso de partir
ahora, de caer de una buena vez al más hondo precipicio, a la luz que
entusiasma mi furioso corazón. Este viejo animal aún camina conmigo. Esta
espina que todo lo dice sin hablar. Este montón de huesos es también el sitio
por donde pasaron los paraísos mejores, sin descansar. Así como el día en que
nací, del mismo modo se libera un aullido de mi pecho. Sólo mi reina percibe
este dolor (Alguna vez ella pudo haberme parido). Ahora ordenaré que los
centinelas me aten las manos a la espalda y cubran mis ojos con mantas negras o
ceniza. Porque muchas veces me sorprendo en medio de la noche, intentando
descifrar nuestros rostros verdaderos en el nido de las lechuzas. Así como
nací, veo también, el lugar que ocuparemos mi mujer, mi hijo y yo, el preciso
lugar que dominaremos a partir de mañana. Ahora que en mis ojos hay mil
diluvios, amargamente me pregunto: ¿Quién soy?, ¿quiénes soy?, ¿quiénes habré
sido?, ¿quiénes podré ser?, ¿seré acaso mi propio hijo y ya no lo recuerdo?,
¿seré el silencio en nuestro reino?
HOY HE COMENZADO A
CHUPARLE LOS HUESOS NEGROS A LA MUERTE. Y ELLA, SUTIL Y PREPARADA EN LOS ACTOS
SOLIDARIOS, ME RESPIRA HONDAMENTE Y ME HABLA CERQUITA DEL OÍDO. ME DICE COSAS
SOBRE UN MONTÓN DE PASIONES Y CADÁVERES. UNA HERMOSA PARTE DE MI REINO, CON LOS
BRAZOS ABIERTOS, ES POLVO QUE RETORNA AL POLVO. HOY HE COMENZADO A CHUPARLE LOS
HUESOS NEGROS A LA MUERTE. AGUA Y VIENTO SE CONFUNDEN EN MI BOCA: AMARGURA DE
OLVIDOS DESDE HOY.
De:
Letras del lago, abril de 2012.
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* El libro de las sombras
es el texto ganador del Copé.