Días de olvido
En
agosto de 2010 salió a luz esta plaqueta de poesía, que por su reducido número,
circuló entre amigos y algunos lectores. Unos meses antes, bajo el título
de Leny el mar, un adelanto fue publicado en el Boletín letras y
memoria El Katari Nº 19-20 de abril de 2010. Días de Olvido, contiene
la versión completa de un texto breve de poesía que escribí en el fragor de los
años 1993 y 1994, durante mi estancia docente en la E.E.P. Nº 70633 de Challacollo,
Pomata. Aquí cuatro poemas de la plaqueta.
1/
QUE
LOS AÑOS ME
PREGUNTEN POR TI.
Diré que fueron tus palabras
y tu rostro sacado del fragor de la garúa/
Diré que un atardecer,
cuando la lluvia y los ríos de Challacollo
susurraban mi nombre desconocido,
apareciste como ese viento leve de la cordillera/
encerrando en mis ojos
la sonrisa de una mañana infinita.
UNO/
Ahora
vamos. Apaga el fogón que
atizó las penas de los últimos días y sirve el mate de panti panti que me quitará las lagañas y el dolor de huesos. Quiero salir del río que me ahogó en tus sueños. Sentada encima de esa piedra, ya no mires la
escuelita que creció en mí como un niño abandonado. Ya no pienses en aquellas mujeres que
se fueron felices de haberse entregado a la suerte de la noche. Ellas también lloran en silencio cuando una
silueta se pierde por el camino de Mejjani que está más cerca de la carretera. Yo, todavía estoy llegando recién, con una mochila y una sonrisa en la mano,
mientras me abriga los restos de nieve de fines de agosto del noventa y tres.
3/
QUISIERA
OCULTAR TODAS LAS DISTANCIAS
EN LA
PRIMERA PÁGINA DE UN LIBRO.
Sabrás que ya no soy
la palabra olvidada/
ni me persigue el perro pulgoso
que ahuyentaba mi silueta solitaria.
Todo el cielo del altiplano/
no será capaz
de contener la lluvia
que nacerá para nosotros.
TRES/
Hay un niño que desanda por el camino que da a tu casa; sonríe con tu rostro y te mira con mis ojos. Ya le
puse un nombre con algo de mis penas y alegrías. ¿Qué nombre le hubieras
puesto tú? ¿Algún ángel olvidado heredará su imagen? Yo he venido por él, con un poco de pan y
un juguete en el bolsillo. Y no digas que el mundo termina en tus narices y que
la luna nace como una lejana esperanza. En una piedra de Chuta Loma, yo soy ese
cernícalo imberbe que solea
tus treinta años, mientras el
horizonte enjuaga tus lágrimas
por ese hijo que se fue sin pronunciar tu nombre. Pero vamos. Todavía hay tiempo para hallar
su rastro de nube, sus pies de rocío, su candor de habas y su libertad de garúa. Él corre en medio de los sueños, lejos de ese resplandor que crees ha nacido para ti.
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